Y tu me quieres?

Hace unos días celebré mi santo. Es un día de esos en los que cuando te despiertas, al abrir los ojos algo enganchados y con la boca aun seca al sentarte en la cama para levantarte piensas: “joer hoy es mi santo” así tal cual sin ningún subidón pero si con esa sensación de bueno pues igual está bien y todo. Y lo digo así porque no soy yo muy de celebraciones pero hay cosas que no pasan de largo y eso que no tengo un nombre de los que destaquen por coincidir con una gran celebración y un puente bien largo. Vamos, que tengo un nombre discreto... como yo. Y al fin y al cabo no me cuesta reconocer que incluso es agradable que se encienda la luz del móvil y que en la bandeja de entrada tengas un nuevo sms y que te llamen y te digan eso de Felicidades. No sé, que siempre he destacado por mis rarezas, pero sin duda siempre hay cosas más raras. El día de mi santo recibí algunos regalitos que no porque utilice el diminutivo sean menos importantes, sólo es una forma de hablar. Me gustaron todos, no voy a destacar ninguno pero la sorpresa estaba al llegar. Os comenté que pasé unos días fuera y al regresar a Barcelona me dieron un par de regalitos de esos que llegan con retraso pero que hacen más ilusión todavía (como la regla, que el mes que viene más tarde la valoras más que cuando es puntual). Uno fue una monada y de hecho lo llevo puesto en mi muñeca (gracias guapas) pero el otro... no sé la verdad es que no sé por dónde empezar. Y quizás está mal que explique esto aquí por si lo ve (aunque creo que no se conecta) o quizás se merece esto y más porque quien no se merece recibir algo así soy yo. Imaginaos quedo con unos colegas para tomar un café y una de ellas me acerca una caja y me dice: “no te esperes nada, sólo es un detallito”, yo la miro, sonrío, le doy las gracias y hago el intento de abrirlo y ella con un gesto me dice que no, que mejor que lo haga en casa. La miro con cara de curiosidad y ella vuelve a insistir con el gesto para que demore mi curiosidad. Guardo el paquete en una bolsa de las rebajas de Zara y me olvido de él. Sigo tomando mi café, luego me voy al cine y cuando llego a casa saco mis trapitos nuevos para guardarlos y me sorprendo al ver la caja de la que ya ni me acordaba. La cojo, y como no pesa mucho la muevo, me parece oír ruido de liquido y pienso que igual es una colonia, quito el papel y cuando veo el envoltorio me digo en voz baja: “no puede ser”, abro la caja pensando que es una broma pero dos segundos más tarde compruebo que no. Y yo con mi sentido del humor pienso que quizás si es una broma pero cuando vuelve a sonar mi móvil y veo un sms que me pregunta: “t ha gustado?, kuando l ví pnse en ti y ke te gustaria, es un dtallito pero me gusta ke seas mi amiga”
Y yo pensé: “chica, y tu me quieres?