Después de varios días pensando qué debía aconsejarle a esa persona que me pidió opinión he estado pensando largo y tendido (porque he aprovechado las noches de otoño en posición horizontal) para llegar a la siguiente conclusión: Hable con ella. Me ha venido a la cabeza este film de Almodóvar como en otras ocasiones recordando escenas cargadas con más mensajes de la bandeja de entrada de mi Nokia.
Delante de un café como va siendo habitual hablamos de las heridas del amor. En la película Lidia recibe una cornada y entra en un largo y profundo coma. Lidia sería un símil de la relación de Honesto (mi amigo) con su pareja. Después de tardes de entrega, de triunfos, de aplausos, pañuelos blancos y salidas en hombros llegaron las almohadillas, pitidos y estocadas no certeras que iban llenando de heridas y dolor la espalda dolida de una relación deseosa de un inminente descabello. Es justo en ese momento cuando el toro baja el hocico, humilla y esperando la punta del verduguillo se llena de fuerza y dolor y levanta la cabeza con mirada perdida y lanza sus astas hasta alcanzar el corazón del torero haciéndolo entrar en un coma deseado para librarse de tanto dolor provocado. Ahora es cuando la relación ha tocado fin y no hay marcha atrás. Ahora es cuando el día a día deja de ser productivo y se transforma en continua destrucción. Y en ese momento es cuando yo le digo a mi amigo Honesto: Habla con ella, dile que ya no la deseas como mujer, que ya no disfrutas compartiendo la cama con ella, que sales a cenar con ella y a parte de cantarle al camarero unos cuántos platos de la carta ya no volvéis a cruzar palabra, que en definitiva sabes y lo que es peor sientes que entre tu y ella únicamente queda una complicidad evocada y un cariño más propio de amigos que de pareja.
Delante de un café como va siendo habitual hablamos de las heridas del amor. En la película Lidia recibe una cornada y entra en un largo y profundo coma. Lidia sería un símil de la relación de Honesto (mi amigo) con su pareja. Después de tardes de entrega, de triunfos, de aplausos, pañuelos blancos y salidas en hombros llegaron las almohadillas, pitidos y estocadas no certeras que iban llenando de heridas y dolor la espalda dolida de una relación deseosa de un inminente descabello. Es justo en ese momento cuando el toro baja el hocico, humilla y esperando la punta del verduguillo se llena de fuerza y dolor y levanta la cabeza con mirada perdida y lanza sus astas hasta alcanzar el corazón del torero haciéndolo entrar en un coma deseado para librarse de tanto dolor provocado. Ahora es cuando la relación ha tocado fin y no hay marcha atrás. Ahora es cuando el día a día deja de ser productivo y se transforma en continua destrucción. Y en ese momento es cuando yo le digo a mi amigo Honesto: Habla con ella, dile que ya no la deseas como mujer, que ya no disfrutas compartiendo la cama con ella, que sales a cenar con ella y a parte de cantarle al camarero unos cuántos platos de la carta ya no volvéis a cruzar palabra, que en definitiva sabes y lo que es peor sientes que entre tu y ella únicamente queda una complicidad evocada y un cariño más propio de amigos que de pareja.
1 comentario:
Uff, Canicula enhorabuena por cómo has descrito taurinamente el desamor con todas las letras, es algo triste pero ocurre y hay veces que el amor se acaba no por complicaciones execsivas,es como la canción, se nos acabó el amor de tanto usarlo. Me ha entristecido, porque es una poisción dura la que tienes, dar consejos es bien facil pero claro, la persona por mucho que le digas hará lo que crea, el momento de romper llega y eso uno mismo lo sabe. No te quepa duda y si no, lo mandas para Tarifa que ahí se cura el mal de amores. Un beso, me voy de puente así que para adelantar buen fin de semana! y ya te digo, se sabe cuando llega el momento.
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